Quizás
una de las vistas más espléndidas de Quito proviene desde la cima de El
Panecillo. Si bien se perfilan los edificios del norte. O el extenso valle de
Tumbaco, rodeado de montañas orientales, mirar el Centro Histórico –como una
inmensa maqueta de tejados, cúpulas, casas blancas y plazas- es un desafío a la
memoria.
Lo primero que se aprecia es el monumental
templo de San Francisco y su plaza mítica; las cúpulas verdes de La Compañía,
el Palacio de Carondelet y la bandera que flamea. La ciudad reverberando como
una aparición fantástica al mediodía de sol inclemente.
La visión de la urbe se queda flotando en su
cuadrícula de calles y escalinatas. El monumento de la Virgen de El Panecillo,
de 30 metros de altura e inaugurado el 28 de marzo de 1975 en la cima del
monte, se hizo con 7 000 piezas de una aleación de varios metales.
Los turistas de Canadá, Francia, EE.UU., Chile
y de otros países captan fotos desde las alturas. Eso hace John R. Butto,
médico canadiense y presidente electo de Kiwanis, organización que ayuda a la
educación de jóvenes en varios países. “Es una vista maravillosa, única”
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